sábado, 6 de agosto de 2011

DEJARSE ENCONTRAR POR EL DIOS QUE NOS HABITA


(Meditación a partir de la película El gran silencio, de Philip Gröning)


Llega la Cuaresma y todo buen cristiano que se precie, todos nosotros, nos apresuramos a hacer nuestros propósitos de conversión o mejora de aquellos aspectos de nuestra vida que andan un poco descuidados y que hacía tiempo que queríamos corregir, superar o mejorar. Intensificamos la oración, hacemos algún retiro, nos privamos de algún bien material por ascética y por solidaridad, leemos más frecuentemente la Palabra de Dios... Lo normal. Tradicionalmente, la Cuaresma nos reclama, desde el miércoles de ceniza, limosna, oración y ayuno (cf. Mt 6, 1-6.16-18). 
Lo cierto es que la liturgia cuaresmal, con sus lecturas, sus oraciones y alguno de sus prefacios nos sitúa ante un precioso itinerario a recorrer: el mismo camino de progresiva libertad que recorrieron los israelitas durante cuarenta años, al salir de Egipto, a través de un inmenso desierto hasta llegar a la tierra prometida. El mismo que anduvo Jesús hasta entrar en Jerusalén y entregar allí su vida para verla recobrada nueva, resucitada, de las manos del Padre.  

Nosotros queremos proponer vivir intensamente los cuarenta días y cuarenta noches de esta Cuaresma iluminados por las inspiraciones que arroja sobre la vida cristiana una película que, contrariamente a todas las previsiones razonables, ha resultado todo un éxito en Alemania, Italia, e incluso en nuestro país que, “oficialmente”, se jacta de su secularización. Nos estamos refiriendo a la película documental El gran silencio, del director alemán Philip Gröning. Espléndida película que recomendamos vivamente a nuestros lectores. Eso sí, es preciso verla en absoluto silencio, con actitud contemplativa, sin juicios sobre lo que vemos, dejándonos envolver por la belleza de la imagen y el estado puro de sonidos cotidianos que ya no estamos acostumbrados a escuchar: pasos, el canto de los pájaros, el viento agitando las ramas, las gotas de lluvia... Y es preciso verla sin prisas. Son casi ciento ochenta minutos de escenas aparentemente repetitivas, que la distinta mirada del autor y del espectador convierte en nuevas.  
Cuando vi la película, inmediatamente se me ocurrió que había allí muchas pistas que podían resultarnos “útiles”, a los que estamos rodeados y “avasallados” por el mundanal ruido, las prisas, y unas agendas que necesitamos repletas para sentir nuestra vida valiosa y justificada. Pistas para vivir con más calidad nuestra vida humana y cristiana. Así pues, os propongo meditar cinco de las llamadas o reclamos que yo experimenté viendo El gran silencio. Cinco luces que pueden alumbrar nuestro camino de Cuaresma y toda nuestra vida, en la que somos llamados a dejarnos encontrar por el Dios que habita nuestro recinto interior.
 


http://www.discipulasdm.org/oracion/retiros/retiro_el_gran_silencio.htm